CASA QUEMADA are Pablo Álvarez (Seven Tin Stars, Gente Joven, Nacho Álvarez y el Quarteto Bendición) and David Ferrando Giraut, visual artist.

“Grandes fracasos” started to take shape in 2018, after a tough winter which gave way to a long and splendid summer. In September, Pablo and David started writing a few songs in which the idea of summer was always present. From the very beginning, they took as a model the most mellow songs by Sonic Boom, Suicide, Cindy Lee or Monk Parker, as well as the ideal sweetness of 1950’s and 60’s ballads.

Slowly, as summer is left behind, melancholy and perversity seeps through the cracks of these good intentions – at the hands of Krystoff Komeda’s, Angelo Badalamenti's and Goblin's soundtracks. Under their influence, that idyllic summer – remembered now from a new winter – is tinged with dense and disturbing tones.

Three 1970’s Australian films – revisited during the composition of the album’s tracks – encapsulate that summery density in a special way, and will leave their mark on “Grandes Fracasos”: “Walkabout” (Nicolas Roeg), “Picnic at Hanging Rock” (Peter Weir) and “Long Weekend” (Colin Eggleston). The more scorching the sun, the darker the shadows it projects.

Photographed past beach weekends; seaside fun fairs where the mind moves objects to the rhythm of a jukebox; day trips to summer paradises in which the protagonists vanish in bright sunlight; cruiser parties that end at the bottom of the sea; summery days reflected on the windows of abandoned holiday houses. CASA QUEMADA’s music dresses these stories in an evocative, cinematic manner: Guitars reminiscent of surf music, saturated keyboards and worn out voices which weave songs both diaphanous and cavernous as the resonance of a ghostly gramophone.

Because, as these songs grow and turn darker, they become aware of their spectral character; of their deep debt with cultural and musical references from the second half of 20th century. A time which, in the light of the conflicts of our present, can’t any longer be seen as purely utopian. Or, more precisely, the seeds of its decadence were already in the origin of that Modern utopia – pop, North American and consumerist. In that sense, there is something about “Grandes fracasos” which connects with the idea of hauntology – a term used by the late British theorist Mark Fisher, to refer to 21st century music which takes its inspiration from retro-futurism, lost utopias and cancelled futures.


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CASA QUEMADA es un proyecto de Pablo Álvarez (Seven Tin Stars, Gente joven y músico del Quarteto Bendición del ex-Manta Ray Nacho Álvarez) y David Ferrando Giraut, artista plástico.

“Grandes fracasos”, su LP de debut, tiene su germen en una primera colaboración entre ambos en agosto de 2018, cuando en Castro de Cepeda (León), se lleva a cabo la grabación de la pieza sonora de David Ferrando Giraut “Posando de manera arbitraria sobre un fondo de rocas de corcho y árboles de cartón”, por invitación de la asociación artística LEVE. La pieza sería publicada en vinilo en la edición sonora LEVE nº7 a finales del mismo año.

Esto abre paso a la creación conjunta de un nuevo proyecto musical, y en septiembre, de vuelta en Gijón, comienza la composición de los primeros temas, tras un verano intenso, largo y cálido, lleno de vivencias compartidas. La elaboración de las maquetas continúa en los meses que conducen a un duro invierno, al que sucede una suave primavera; el ciclo se cierra con la llegada de un nuevo verano.

Este espíritu de sucesión de cambios y esperanza por lo que vendrá queda capturado en las grabaciones, marcadas por el anhelo de un verano eterno; musicalmente, los referentes están en las canciones más cálidas de Sonic Boom, Suicide, Cindy Lee o Monk Parker, y la dulzura imposible de las baladas de los 50 y 60. Pero, a medida que el verano se aleja, la melancolía y la perversidad se colarán entre las rendijas de estas buenas intenciones, de la mano de las bandas sonoras de Krzysztof Komeda, Angelo Badalamenti y Goblin. Es así como ese idílico verano, recordado ya desde el invierno, se va tiñendo de tonos más densos e inquietantes.

Paralelamente al proceso de escritura de los temas del disco, sesiones de visionado de películas llenan las noches. Tres películas australianas de los 70 encapsulan esa densidad estival de un modo muy especial, que dejará huella en “Grandes fracasos”: “Walkabout” (Nicolas Roeg), “Picnic en Hanging Rock” (Peter Weir) y “Largo fin de semana” (Colin Eggleston): Cuanto más abrasador el sol, más oscuras las sombras que arroja.

Fines de semana de playa fotografiados; ferias junto al mar en las que la mente mueve objetos a ritmo de jukebox; excursiones a paraísos veraniegos en las que los protagonistas son abducidos a plena luz del sol; fiestas en cruceros que terminan en fondo del mar; reflejos de días de verano en ventanas de casas de vacaciones abandonadas. La música de CASA QUEMADA viste estas historias de modo evocador y cinematográfico: Guitarras con reminiscencias surf, teclados saturados y voces desgastadas que tejen canciones a la vez diáfanas, abiertas, y cavernosas como la resonancia fantasmal de un gramófono.

Porque, al mismo tiempo que estas canciones nacen luminosas para después oscurecerse, toman conciencia de su carácter espectral; de su deuda profunda con referencias - musicales y culturales - de la segunda mitad de un siglo veinte que, a la luz de los conflictos de nuestro presente, no puede ya ser visto como puramente utópico. O más bien, esa utopía moderna - pop, norteamericana y consumista – encerraba, ya en origen, las semillas de su decadencia. Hay algo en “Grandes fracasos” que en este sentido conecta con la actitud de la hauntología, término utilizado por el teórico británico Mark Fisher para referirse a la música del siglo veintiuno que toma su inspiración del retrofuturismo, las utopías perdidas, los futuros truncados.